Es difícil encontrar las palabras exactas para describir un tiempo tan desolador, deplorable y atípico como el que estamos pasando, pues ninguno de los adjetivos da la talla. Este periodo ha sido una enorme ola que ha traído consigo pesares, desasosiego y pesadumbre, estando desprevenidos. Nos hemos visto carentes de tantas cosas; emocionalmente inestables, ansiosos por el mañana y temerosos por una muerte prematura. Debo confesar que me ha invadido un sentimiento abrupto de desilusión ante todo lo que he pasado en tan poco tiempo, y sin duda ha opacado una felicidad efímera. Hemos recibido todo súbitamente sin la posibilidad de una recuperación total de aquello que aún intentábamos descifrar cómo reparar. Desde un pequeño lente, pero rico en cultura, tradición y encanto, expongo mi mirada nostálgica de como resentí la agudeza de esta temporada en mi terruño puertorriqueño.
Cuando nos damos cuenta de que no tenemos el control de cómo se manifiestan las cosas en el mundo natural, la desesperación hace estragos en muchos. Han sido días prolongados en los cuales en ninguno de ellos se ha encontrado sosiego. Lo mediático se ha encargado de propagar terror, mientras se alimenta de la frustración colectiva. La tranquilidad es un sentimiento foráneo aquí, a solo días de construir nuevas expectativas ancladas en la superación de traumas recientes experimentamos como los cimientos de nuestros hogares, fueron sacudidos por temblores atemorizantes que atentaron con el único lugar en el que nos sentimos seguros.
Meses después el racismo rampante vuelve a tomar parte en la historia con la triste muerte de George Floyd, a manos de un oficial de la policía. Se marca un punto importante a partir de esta tragedia, ya que esto insta al pueblo a una sublevación por las calles a luchar en contra del racismo y la violencia. Es decepcionante ver cómo se repite la misma historia, siendo víctimas los que llaman minorías por la separación de clases, color, género, etc. Fueron tocadas las fibras de muchos por la indiferencia del ser humano ante la pérdida de una vida a causa de pensamientos retrógradas. La lucha por la libertad y la igualdad abarrotaron los medios positivamente a favor de una conciencia social. Por otro lado, la hipocresía pura, patentizaba lo que mantenía a la gente en sintonía, mientras el espectador generalizaba por unos cuantos que representaban el vandalismo en todo su esplendor. Es increíble pensar que se tiene que perder una vida para abrir paso a la aceptación seguida por la concientización. Es decepcionante aseverar que las cosas no van a cambiar, pero según pasan los días, esta premisa se afirma cada vez más. Con un dolor entrañable manifiesto que la sociedad nunca ha sido civilizada y es tan evidente en donde realmente están los intereses de esta. Es muy injusto generalizar, pero todos hemos sido participe del proceder de esta colectividad decadente. Teniendo mi raciocinio muy coherente me apropio completamente del término “desahogo” para revelar el dolor de un ente pensante.
Bajo esta misma nube que nos acechaba por doquier se hacían oír malas noticias, y completamos la desdicha con una enfermedad mortal. Se confirmaron casos en países extranjeros y los rumores que ya había llegado a nuestra tierra ya eran parte de nuestra realidad. En un abrir y cerrar de ojos se propagó convirtiéndose en una pandemia. La soledad se convirtió en ese acompañante fastidioso que rememoraba la subordinación al encerramiento para evitar más tragedias. Cada cosa trae consigo una enseñanza no importando la magnitud de la situación. Lo esencial se entronizó provocando la búsqueda del valor genuino en las relaciones personales e impersonales. Comenzamos a anhelar lo que en nuestra normalidad dábamos por sentado, atravesando un reto enorme dado a las limitaciones y restricciones que cada día enfrentamos. La responsabilidad de cuidarnos a nosotros y a los demás es una quimera que cada día se hace más pesada. Hastiados de las mascarillas, distanciamiento, bloqueos, toque de queda, alertas de vigilancia se afrontan los días con pesadez. Muchas noches desvelada sometiendo la cabeza saturada con pensamientos sobre qué pasará. Se me va el aliento, cuestionando, imaginando, especulando el desenlace de este capítulo espantoso.
Esto no parece concluir, y no siendo suficiente se disparan casos de feminicidios y violencia de género. En mi posición de mujer esto laceró mi corazón, pues veo como no le prestan la atención que merece. Nuestros sentidos están en constante sometimiento a los medios que en su mayoría recogen lo negativo, provocando una insensibilidad severa. La violencia parece tornarse nuestra realidad cotidiana siendo su raíz la marginación y el repudio. La lucha de roles y el patriarcado ha sustituido los discursos sobre la igualdad y la inclusión. Ser mujer en pleno siglo 21 continúa siendo un reto, aunque hemos encontrado un pequeño porcentaje de cambio, pero no suficientemente sustancial. Dado a esta consistencia en los asesinatos, la inseguridad me invadió, temiendo por mi vida hasta en mi propio hogar y eso no ha cambiado. Hasta el día de hoy se han reportado un número excesivo de féminas asesinadas, transmitiendo un mensaje contundente, ¡hay que hacer algo!
En definitiva, esto para el gobierno central no parece importante. En los últimos meses se celebraron las elecciones que parecen no terminar. Aún se especula que no se han contado todas las papeletas. Un proceso vergonzoso y decepcionante donde los partidos tradicionales vuelven a ganar. Un discurso incongruente ya que los mismos que nos llevaron a la debacle, vuelven a revalidar para los puestos.
Por otro lado, nosotros los jóvenes hicimos escuchar nuestra voz, falta mucho por recorrer, pero hay que destacar el gran paso histórico que dimos. El tema de las elecciones sigue tomando parte en los foros sembrando más frustración. La vida se inclina más a la sobrevivencia que a la plenitud de la felicidad. Aquellas poquitas cosas que poseemos son saqueadas y muchas veces ni nos damos cuenta. Ha sido fuerte en todo el sentido de la palabra adaptarse, soñar, y vivir.
En las postrimerías de esta jornada, nos despertamos con la desgarradora noticia sobre el colapso del Observatorio de Arecibo. Esta situación es una excelente analogía de lo resistentes que somos, entendiendo que estamos constantemente expuestos a un agotamiento mental, físico y emocional al punto de literalmente desvanecernos.
Cada evento aquí relatado, ahora es parte de la historia que nos precede. En esto nos hemos convertido siendo esto una pizca de la cosecha de nuestra propia siembra. Un lugar donde mi voz es limitada, los sueños son distantes y las oportunidades escasas. Mi visión se ha visto empañada por el régimen egoísta, codicioso y tramposo que enseñorea este lugar persuadido por la corrupción. Me he apropiado de esta plataforma para expresar cada una de las emociones que experimenté y que en su mayoría no fueron satisfactorias.
No podía concluir sin destacar la paciencia, responsabilidad y empatía que desarrollamos. No todas las cosas salieron como estaban previstas, pero es una lección de que no todo lo debemos tener premeditado, porque no tenemos el control del universo. Volvimos a encontrar el amor en la simplicidad de la vida, destruyendo el ajetreo de la cotidianidad. La intención no es desacreditar ni ser propulsora de las desgracias, mi deseo era expresar el golpe por el cual fuimos sometidos sin anestesia. A pesar de lo arrollador continuamos mirando un porvenir maravilloso en este tiempo entrante. Así como se resaltaron las cosas malas, también hay que subrayar las buenas. Con un tono melancólico manifiesto mi descontento en prestarle más atención a las que no fueron tan buenas, pero es mi desahogo. Me rehúso a pensar que la historia se tiene que repetir nuevamente para provocar algo en nosotros. Enseñanzas, introspección, pausas, espacios, tiempo, risas, lágrimas, paz, desasosiego, locura, un pequeño resumen de lo que nos hizo vivir este 2020.
Paola Marrero nació en Bayamón, Puerto Rico. Recientemente concluyó un bachillerato en Literatura Comparada en la Universidad de Puerto Rico, Recinto de Río Piedras. Desde que tiene conciencia ha tenido un deseo ferviente por la escritura y la lectura. A sus 25 años de edad, va en busqueda de experiencias para el cumplimiento de su sueño. Para acceder a su blog personal eunoiapensamientoeste
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